Alfredo Merlo
Pese al empate y la sensación de haber perdido dos puntos, Boca volvió a mostrar todo eso que hoy le permite ser el único líder del torneo. Ante un rival complicado, domínó el partido pero le faltó precisión en el último toque para llevarse los tres puntos de Liniers.
Se abrazan felicitándose por el esfuerzo y por la entrega. Ninguna sonrisa les estira las comisuras de los labios pero en sus rostros se percibe la confianza y la tranquilidad por haber hecho un buen trabajo. El fruto que debería coronar una campaña intachable fecha a fecha va tomando color, y aunque los jugadores de Boca supeditarán el mensaje a lo que digan las matemáticas, el empate de esta tarde en cancha de Vélez ante un local que pese a su compromiso por la Copa Sudamericana puso en cancha su mejor versión, deja ver por el caleidoscopio del xeneize una consagración que se viene negando desde el Apertura 2008.
Boca es un libreto sin fisuras; un remake fecha tras fecha que somete una idea inicial a cualquier circunstancia que no peca de suicida y sabe muy bien cómo reacomodarse ante secuencias desfavorables. Hoy, otra vez sin Juan Román Riquelme, Julio César Falcioni volvió a apostar por el enganche. Cristian Chávez, Sergio Araujo y Pablo Mouche comandaron un ataque juvenil ante la ausencia por lesión del tridente que en el inicio de este campeonato se había posicionado como inalterable. Si Boca no pudo romper el cero fue por pericia de la defensa rival o por la falta de precisión en la estocada final. A La flexibilidad, el movimiento y la astucia en ofensiva le faltó esa frialdad goleadora que puede aportar un centrodelantero nato. De todos modos la forma nunca excedió al contenido: al igual que durante el resto del torneo los reemplazantes cumplieron.
Boca es un equipo sólido que no dio nunca el brazo a torcer en el complicado escenario de la mitad de la cancha, ante un rival que hoy, con destellos, volvió a mostrar esa matriz que de un tiempo a esta parte lo ungió como uno de los mejores del país. Porque Leandro Somoza y Cristian Erbes nunca fueron superados por Víctor Zapata y Héctor Canteros. También por esa defensa comandada por Rolando Schiavi que trabajó el partido con la mente helada sin alterarse durante la franja del partido en la que Vélez le usurpó el traje de protagonista.
Boca es un equipo que la acumulación de méritos a lo largo del torneo le permite darse el lujo de empatar un partido sobre la recta final del Apertura. Vélez, en cambio, es como un anciano con salud mental pero que percibe los impedimentos de un físico que ya no es el mismo. Y es que los de Ricardo Gareca tienen las mismas actitudes futbolísticas que campeonatos anteriores: jugar por bajo e intentar lastimar, aunque no logran ejecutar con el mismo nivel que le aseguraban intérpretes como Santiago Silva o Maximilano Moralez; es una orquesta que trata de entonar la misma música en cada jugada, pero desafina o le pifia en una letra clave.
Boca empató en Liniers y la ilusión se enciende en los hinchas de Racing. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde aunque los fundamentos del equipo de Falcioni vuelven casi un imposible la idea de que la copa no se quede en Casa Amarilla.